LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS Y VIDA CONSAGRADA EN EL MUNDO.
- CONSEJOS EVANGÉLICOS - La rica realidad eclesial puede cobrar mayor densidad cristiana ( encarnación y escatología ) gracias a la observancia de los Consejos Evangélicos: Castidad (Amor)- Pobreza(Generosidad)- Obediencia (libertad). - CASTIDAD o la ilimitada capacidad de un corazón entregado al AMOR- CASTIDAD es el signo más transparente de la consagración a Dios. Es la mayor <densidad evocativa> para expresar la dimensión escatológica del <ser cristiano>. En un mundo que banaliza la sexualidad humana, el consejo de castidad valoriza la femineidad en el <ser mujer> y la virilidad en el <ser varón> demostrando que la vida virginal, no solo no obstaculiza, sino que permite positivamente la plena realización de sí y la disponibilidad al servicio fraterno, con enriquecimiento progresivo en las posibilidades de amar. Por esta razón, " se convierte en ejercicio y ejemplo vivo de dominio de sí y de la vida del espíritu, orientado a las realidades celestiales en un mundo que se repliega sobre sí mismo y deja rienda suelta a sus propios instintos" P.VI.-72a- La vivencia testimonial del consejo de castidad exige una madurez humana y afectiva que requiere purificación del egoísmo, la gratificante conquista de la libertad interior con la continua revisión del propio equilibrio psicológico y la dilatación del corazón en una amistad abierta y limpia poniendo, en práctica la fraternidad universal. Las marcas de su autenticidad y eficacia evangelizadora son la alegría, la apertura, la sencillez exenta de repliegues y complicaciones, la sobriedad, la prudencia activa...la ternura y firmeza de modales en la relación y trato projimal. La serena fidelidad al consejo de castidad trasforma al consagrado/a laical en una <buena noticia> que busca y espera el mundo actual, nostálgico y violento: que se puede amar con el desinterés y la ilimitada capacidad de un corazón entregado al AMOR. -; que se puede amar y dedicarse gozosamente a todos sin exclusivismo...que si hay una preferencia siempre será para la persona más abandonada o necesitada. - POBREZA o desapego a los bienes materiales que supone una GENEROSIDAD sin limites.- El consejo de POBREZA, en la medida de su vivencia, es como un <sacramento> del abandono en la Divina Providencia, desasimiento del corazón y una habitual disponibilidad al servicio de los más necesitados.- La persona consagrada en medio del mundo está obligado a conservar los derechos de posesión y de ganancias, propios de su posición social o de remuneración laboral o profesional. Sin embargo, con la grave obligación de no considerar nada como propio sino como <administrador> con total desprendimiento interior. Lo que posee está <embargado> bajo el signo del amor solidario en caridad y justicia.- Debe distinguir cuidadosamente entre lo <necesario> y lo <superfluo> en constante confrontación con la condición menos acomodada de quiénes lo rodean; debe discernir lo que ha de entregar como <bien de familia> y lo que ha entregar a la nueva <pertenencia eclesial.> de acuerdo al Instituto propio, incluido el acto jurídico del Testamento personal; debe ejercitarse en la práctica del compartir los bienes propios (culturales,morales, espirituales) convirtiéndose, en forma testimonial, en una persona generosa; debe empeñarse en la búsqueda de una mayor justicia y conocer, promover y defender los Derechos Humanos; debe adquirir el perfil de una persona en total disponibilidad al servicio de quién necesita, si está en condición de ayudar. La vivencia de la pobreza evangélica es el <mensaje> más claro y rotundo que recibe un mundo entregado al consumismo y materialismo dominado por ideologías economicistas que engendran situaciones irritantes de superdesarrollo y subdesarrollo en una misma población. Es el testimonio fehaciente de que "se puede vivir entre los bienes temporales y se pueden utilizar los medios de la civilización y el progreso sin hacerse esclavo de ninguno de ellos" (P.VI.-72b) La vivencia de la pobreza convierte al que la profesa, con fidelidad, en modelo de la relación que se debe tener con los bienes creados y con su recto uso . Es el fundamento testimonial del amor solidario que debe fecundar- para ser eficaz- la acción liberadora a favor de los pobres. Nadie libera sino en la medida que se libere...y el consejo de Pobreza Evangélica es la más vívida concreción de la liberación de la esclavitud del espíritu posesivo y del consumismo.- - OBEDIENCIA o plena libertad para descubrir y vivir según la voluntad de Dios.- El consejo de OBEDIENCIA está referido a vivir en plenitud la Obediencia de la FE. Por consiguiente, mira al despojo de la propia voluntad para cumplir la voluntad del Padre Dios, como expresión máxima del seguimiento a Jesucristo, el Señor de la Iglesia y de la Historia.-Despojo de sí que no es anulación de la propia personalidad sino, por el contrario, conquista de la perfecta libertad de los hijos de Dios.(Cfr Carta a los Rom.) No es la obediencia del simple <cumplimiento> sino la concreción de la ejecución de la voluntad creadora de Dios Es la conciliación de la plena responsabilidad y creatividad personal con una total dependencia real al plan de Dios, hasta en sus más mínimos detalles, como exigencia del amor verdadero y total <consagración secular>. Tal <obediencia > encaminada a lograr la perfección cristiana ( Mateo 5 ,48) implica: A.- La expresión
consagración en la Biblia. Especial dedicación de una persona
o una cosa a Dios (Ex. 13, 2.12; 29, 21.33.43; Lev. 8, 10-15.30). En
particular, son objeto de consagración los sacerdotes (Ex. 28, 41; 29, 1.44; 30, 30; 40, 13; Lev. 8, 12; 10, 7; 1 Rey. 13, 33),
los reyes (1 Sam. 10, 1; 16, 13; 1 Rey. 1, 39; 2 Rey. 9, 6; 11, 12), a
veces incluso los reyes paganos en cuanto ejecutores de
los designios de Dios (Is. 45, 1), y
también los profetas (1 Rey. 19, 16;
Is. 61, 1). A
excepción de los profetas, la consagración de una
persona va generalmente acompañada del rito de la
unción con aceite. El ungido y consagrado por
antonomasia es el Mesías (Sal. 2, 2.6), título y
realidad que el NT recaba para Jesucristo (Lc. 2, 11 ; Hech. 2, 36; 10, 38; ver Lc. 4, 17-18),
que concentra en su persona de forma definitiva los
poderes sacerdotales, reales y proféticos. En cuanto
partícipe de estos poderes, todo cristiano es un
consagrado (2 Cor. 1, 21; Ef. 1, 13; 4, 30; 1 Jn. 2, 20.27; ver Mt. 28, 19). B).- LA VIDA CONSAGRADA en
la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica C).- La consagración en la
historia de la Iglesia . 1. La vida consagrada, enraizada
profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el
Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio
del Espíritu. Con la profesión de los consejos
evangélicos los rasgos característicos de Jesús
-virgen, pobre y obediente- tienen una típica y
permanente «visibilidad» en medio del mundo, y la
mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del
Reino de Dios que ya actúa en la historia, pero espera
su plena realización en el cielo. A lo largo de los siglos nunca han
faltado hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del
Padre y a la moción del Espíritu, han elegido este
camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse
a El con corazón «indiviso» (cf. 1Co 7, 34). También
ellos, como los Apóstoles, han dejado todo para estar
con El y ponerse, como El, al servicio de Dios y de los
hermanos. De este modo han contribuido a manifestar el
misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples
carismas de vida espiritual y apostólica que les
distribuía el Espíritu Santo, y por ello han cooperado
también a renovar la sociedad. Acción de gracias por la vida
consagrada 2. El papel de la vida consagrada
en la Iglesia es tan importante que decidí convocar un
Sínodo para profundizar en su significado y
perspectivas, en vista del ya inminente nuevo milenio.
Quise que en la Asamblea sinodal estuvieran también
presentes, junto a los Padres, numerosos consagrados y
consagradas, para que no faltase su aportación a la
reflexión común. Todos somos conscientes de la
riqueza que para la comunidad eclesial constituye el don
de la vida consagrada en la variedad de sus carismas y de
sus instituciones. Juntos damos gracias a Dios por las
Ordenes e Institutos religiosos dedicados a la
contemplación o a las obras de apostolado, por las
Sociedades de vida apostólica, por los Institutos
seculares y por otros grupos de consagrados, como
también por todos aquellos que, en el secreto de su
corazón, se entregan a Dios con una especial
consagración. El Sínodo ha podido comprobar la
difusión universal de la vida consagrada, presente en
las Iglesias de todas las partes de la tierra. La vida
consagrada anima y acompaña el desarrollo de la
evangelización en las diversas regiones del mundo, donde
no sólo se acogen con gratitud los Institutos
procedentes del exterior, sino que se constituyen otros
nuevos, con gran variedad de formas y de expresiones. De este modo, si en algunas
regiones de la tierra los Institutos de vida consagrada
parece que atraviesan un momento de dificultad, en otras
prosperan con sorprendente vigor, mostrando que la
opción de total entrega a Dios en Cristo no es
incompatible con la cultura y la historia de cada pueblo.
Además, no florece solamente dentro de la Iglesia
católica; en realidad, se encuentra particularmente viva
en el monacato de las Iglesias ortodoxas, como rasgo
esencial de su fisonomía, y está naciendo o resurgiendo
en las Iglesias y Comunidades eclesiales nacidas de la
Reforma, como signo de una gracia común de los
discípulos de Cristo. De esta constatación deriva un
impulso al ecumenismo que alimenta el deseo de una
comunión siempre más plena entre los cristianos, «para
que el mundo crea» (Jn 17, 21). La vida consagrada es un don a la
Iglesia 3. La presencia universal de la
vida consagrada y el carácter evangélico de su
testimonio muestran con toda evidencia -si es que fuera
necesario- que no es una realidad aislada y marginal,
sino que abarca a toda la Iglesia. Los Obispos en el
Sínodo lo han confirmado muchas veces: «de re nostra
agitur», «es algo que nos afecta». (1) En realidad, la
vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia
como elemento decisivo para su misión, ya que «indica
la naturaleza íntima de la vocación cristiana» (2) y
la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión
con el único Esposo. (3) En el Sínodo se ha afirmado en
varias ocasiones que la vida consagrada no sólo ha
desempeñado en el pasado un papel de ayuda y apoyo a la
Iglesia, sino que es un don precioso y necesario también
para el presente y el futuro del Pueblo de Dios, porque
pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su
misión. (4) Las dificultades actuales, que no
pocos Institutos encuentran en algunas regiones del
mundo, no deben inducir a suscitar dudas sobre el hecho
de que la profesión de los consejos evangélicos sea
parte integrante de la vida de la Iglesia, a la que
aporta un precioso impulso hacia una mayor coherencia
evangélica. (5) Podrá haber históricamente una
ulterior variedad de formas, pero no cambiará la
sustancia de una opción que se manifiesta en el
radicalismo del don de sí mismo por amor al Señor
Jesús y, en El, a cada miembro de la familia humana. Con
esta certeza, que ha animado a innumerables personas a lo
largo de los siglos, el pueblo cristiano continúa
contando, consciente de que podrá obtener de la
aportación de estas almas generosas un apoyo
valiosísimo en su camino hacia la patria del cielo. Cosechando los frutos del Sínodo 4. Adhiriéndome al deseo
manifestado por la Asamblea general ordinaria del Sínodo
de los Obispos reunida para reflexionar sobre el tema
«La vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el
mundo», quiero presentar en esta Exhortación
apostólica los frutos del itinerario sinodal (6) y
mostrar a todos los fieles -Obispos, presbíteros,
diáconos, personas consagradas y laicos-, así como a
cuantos se pongan a la escucha, las maravillas que el
Señor quiere realizar también hoy por medio de la vida
consagrada. Este Sínodo, que sigue a los
dedicados a los laicos y a los presbíteros, completa el
análisis de las peculiaridades que caracterizan los
estados de vida queridos por el Señor Jesús para su
Iglesia. En efecto, si en el Concilio Vaticano II se
señaló la gran realidad de la comunión eclesial, en la
cual convergen todos los dones para la edificación del
Cuerpo de Cristo y para la misión de la Iglesia en el
mundo, en estos últimos años se ha advertido la
necesidad de explicitar mejor la identidad de los
diversos estados de vida, su vocación y su misión
específica en la Iglesia. La comunión en la Iglesia no es
pues uniformidad, sino don del Espíritu que pasa
también a través de la variedad de los carismas y de
los estados de vida. Estos serán tanto más útiles a la
Iglesia y a su misión, cuanto mayor sea el respeto de su
identidad. En efecto, todo don del Espíritu es concedido
con objeto de que fructifique para el Señor (7) en el
crecimiento de la fraternidad y de la misión. La obra del Espíritu en las
diversas formas de vida consagrada 5. ¿Cómo no recordar con gratitud
al Espíritu la multitud de formas históricas de vida
consagrada, suscitadas por El y todavía presentes en el
ámbito eclesial? Estas aparecen como una planta llena de
ramas (8) que hunde sus raíces en el Evangelio y da
frutos copiosos en cada época de la Iglesia. ¡Qué
extraordinaria riqueza! Yo mismo, al final del Sínodo,
he sentido la necesidad de señalar este elemento
constante en la historia de la Iglesia: los numerosos
fundadores y fundadoras, santos y santas, que han optado
por Cristo en la radicalidad evangélica y en el servicio
fraterno, especialmente de los pobres y abandonados. (9)
Precisamente este servicio evidencia con claridad cómo
la vida consagrada manifiesta el carácter unitario del
mandamiento del amor, en el vínculo inseparable entre
amor a Dios y amor al prójimo. El Sínodo ha recordado esta obra
incesante del Espíritu Santo, que a lo largo de los
siglos difunde las riquezas de la práctica de los
consejos evangélicos a través de múltiples carismas, y
que también por esta vía hace presente de modo perenne
en la Iglesia y en el mundo, en el tiempo y en el
espacio, el misterio de Cristo. .......... El Orden de las vírgenes, los
eremitas, las viudas 7. Es motivo de alegría y
esperanza ver cómo hoy vuelve a florecer el antiguo
Orden de las vírgenes, testimoniado en las comunidades
cristianas desde los tiempos apostólicos. (13)
Consagradas por el Obispo diocesano, asumen un vínculo
especial con la Iglesia, a cuyo servicio se dedican, aun
permaneciendo en el mundo. Solas o asociadas, constituyen
una especial imagen escatológica de la Esposa celeste y
de la vida futura, cuando finalmente la Iglesia viva en
plenitud el amor de Cristo esposo. Los eremitas y las eremitas,
pertenecientes a Ordenes antiguas o a Institutos nuevos,
o incluso dependientes directamente del Obispo, con la
separación interior y exterior del mundo testimonian el
carácter provisorio del tiempo presente, con el ayuno y
la penitencia atestiguan que no sólo de pan vive el
hombre, sino de la Palabra de Dios (cf. Mt 4, 4). Esta
vida «en el desierto» es una invitación para los
demás y para la misma comunidad eclesial a no perder de
vista la suprema vocación, que es la de estar siempre
con el Señor. Hoy vuelve a practicarse también
la consagración de las viudas, (14) que se remonta a los
tiempos apostólicos (cf. 1Tim 5, 5.9-10; 1Co 7, 8), así
como la de los viudos. Estas personas, mediante el voto
de castidad perpetua como signo del Reino de Dios,
consagran su condición para dedicarse a la oración y al
servicio de la Iglesia. |